La pieza del coreógrafo Marcos Morau está ambientada en un lago siberiano, en el que los personajes descubren a través de un viaje algo de sí mismos que desconocían al principio. Su evolución les lleva a quedar atrapados en la frontera entre lo que ocurre y lo que ellos creen que ocurre. Obligados por la estrechez de un vehículo que actúa como un recipiente cerrado, los personajes son suspendidos en un espacio mental de realidad cambiante que se va transformando, según avanzan, en miedo.
El lenguaje utilizado para la pieza es una constante distorsión de la danza clásica y una combinación de recursos teatrales y prestados del cine mudo. Es por eso que cuenta con un cuerpo de baile con una sólida base corporal e interpretativa. El paisaje lo completa un repertorio sonoro centrado principalmente en músicos rusos. La Veronal construye con cada elemento de Rússia un fascinante espacio de belleza escénica.
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