domingo, 30 de noviembre de 2014

Sosiego, tranquilidad y calma

A Coruña. Cristina Lata

Salón Otto es la última producción de la Compañía Teresa Navarrete, inspirada en la obra de John Berger Con la esperanza entre los dientes. En ella la danza, la música experimental y el teatro se aúnan en un mismo discurso escénico y nos conducen a una sensación de paz y tranquilidad, a través de una pieza pausada, en la que por momentos apenas ocurre nada, simplemente esperamos.

El músico Miguel Marín (Montgomery) inicia el espectáculo irrumpiendo en escena, como una especie de "narrador descarado" –tal y como él lo describió al finalizar la actuación–, que va creando con su música y su voz la sonoridad de lo que sucede en la escena.

Movimientos asombrosos con las manos, por momentos ondulantes, vibrantes, fluidos y oscilantes, creando bellas formas en el aire son la carta de presentación en este espectáculo de la siempre correcta Teresa Navarrete. El actor Nando Pérez completa la terna artística, aportando serenidad en los pasajes teatrales, aunque quizás se muestra algo más tosco en sus movimientos danzados.

Salón Otto se nos presenta con un escenario completamente desnudo, en el que tan solo vemos una mesa de madera y sillas, por lo que la acción podemos imaginarla en cualquier sitio en el que dos personas esperan, mientras otra ajena observa.

Se trata de una pieza que nos muestra un mundo complicado, con inquietudes, del que podemos elegir si miramos la montaña desde abajo o miramos el mundo desde la montaña. He aquí el dilema y la invitación a la reflexión paciente que se nos plantea en Salón Otto.

Como viene siendo habitual en los espectáculos del TRC Danza, al finalizar la función de A Coruña los artistas hicieron un pequeño coloquio con los asistentes. En él hablaron sobre el proceso de creación de la obra, que partió de un pequeño proyecto escrito, al que posteriormente le dieron forma trabajando los tres de manera conjunta en el estudio. Este proceso fue lento y se basó inicialmente en la obra de John Berger y en a través de él pretenden recrear un lugar para el sosiego y el refugio.

La pieza se hace corta y deja al escasísimo público con ganas de más. Nuevamente el patio de butacas  del Teatro Rosalía estaba prácticamente vacío, pese a que la propuesta de la compañía andaluza era atractiva para el colectivo de danza coruñés.

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